Jorge Altamira (especial para ARGENPRESS.info)
La proliferación de medios de comunicación, así como multiplica la posibilidad de macaneos, también ofrece el resguardo de que queden en el olvido con la misma rapidez. Es lo que ocurrirá, de no mediar un accidente, con la declaración de la presidenta del Banco Nación, Marcó del Pont, una desarrollista nac. & pop., quien aseguró que la cancelación de la deuda con el Club de París, mediante la utilización de reservas del Banco Central, constituía un acto de “autonomía nacional”.En esa línea la siguió enseguida D’Elía, que tiene el hábito de confundir la tozudez con la agudeza. Según parece, los kirchneristas acumulan reservas financieras para saquearlas luego sin el menor pudor, y encima le ponen al saqueo la etiqueta de patriótico aunque sea ejecutado al servicio del capital financiero de la ‘vieja Europa’ imperialista.
La señora de la Bolsa
La verdad es que la señora Presidenta procedió por encargo de los mandamases que el jueves precedente se habían reunido para celebrar el aniversario de la Bolsa de Comercio. Los principales discursantes profirieron una catarata de ataques a la política económica, en especial los representativos de la ‘burguesía nacional’, todos ellos kirchnerianos - como el presidente de Fiat, el del Banco Macro y el de la propia Bolsa (“Ejecutivos más o menos cercanos al rumbo oficial” para Clarín (30/8). Es que el ex Néstor siempre tuvo un cariño especial por la Bolsa como un posible mercado de capitales ‘nacional y popular’ o, en otros términos, desarrollar un mercado de deuda pública en moneda nacional con todas sus derivaciones.
La preferencia le venía de Felipillo Cavallo, el mismo que le aconsejó que expatriara los fondos de Santa Cruz, quizá para protegerlo del estallido de su alquimia financiera en diciembre de 2001. En síntesis, esos mandamases reclamaron a los Kirchner la cancelación de la deuda con el Club de París en forma perentoria y prioritaria. Al Cronista (29/8) le llamó la atención que “el reelecto titular de la Bolsa “aborda(ra) con precisión los compromisos pendientes con el Club de París”, con exclusión de otros temas como podrían ser la situación del Indek o la de los bonistas que no entraron en la renegociación de 2004. La explicación para esta obsesión, según las propias palabras del reelecto, es que “no se trata únicamente de la deuda con el organismo multilateral, sino lo que representa para los inversores”; o sea, para los reunidos en la Bolsa.
Y es aquí que hay que hacer las ‘precisiones’ que realmente importan y que la totalidad absoluta de los analistas omite y la misma cantidad de periodistas ignora: Argentina no tiene ninguna deuda con ningún Club, sea de París o de Karachi. La tiene en forma separada con cada uno de los países que lo integran, pero tampoco con ellos mismos sino con sus agencias estatales, que no operan como tales exactamente porque financian o aseguran operaciones comerciales de capitales privados. O sea que los banqueros que estaban sentados en la Bolsa se endeudan con sus congéneres de la ‘vieja Europa’ imperialista a través de los Estados y, por sobre todo, lo quieren seguir haciendo. Por eso están reclamando la cancelación de las deudas incurridas.
La señora Presidenta ha metido la mano en la lata para pagar deudas que financiaron negocios privados que ella y su marido, menos que nadie, no tienen interés en investigar. También lo ha hecho por las mismas razones que asisten a los bolsistas, pues sin esta cancelación no podrían tener lugar operaciones como las del ‘tren bala’ u otras alquimias contratistas. El acto de ‘autonomía’ que enorgullece a la chavista del Banco Nación no es otra cosa, en definitiva, que un desfalco a los intereses de la Nación y de su pueblo.
La extorsión del default político
Va de suyo que un par de discursos no alcanzan para definir situaciones, pero ocurre que los de la Bolsa culminaron una crisis política que, de un lado, ha colocado a la mayoría de la burguesía en la oposición a la camarilla de palacio del oficialismo y, del otro, tiene partido al gobierno en dos; la propia UIA se encuentra dividida, y dentro de ella ocurre eso mismo con el Movimiento Nacional que pilotea Techint. Una figura tan pusilánime, por ejemplo, como el presidente del Banco Central, Martín Redrado, tuvo el atrevimiento de atacar reiteradamente el plan oficial y hasta al escudero Guillermo Moreno; en la misma onda se pusieron el nuevo jefe de Gabinete y otros funcionarios. Sergio Massa ya le había advertido a su mujer que tenía que tener preparadas las oficinas en la municipalidad de Tigre, sin que importe la contaminación. No hace falta decir que, después del adiós de Alberto Fernández, una rescisión de contrato por parte de Massa podría poner al gobierno al borde de la jubilación prematura.
Redrado es un comisionista de los fondos de inversión norteamericanos y funciona como un chirolita de las reuniones de banqueros, sea de los del Banco de Ajustes, en Basilea, o de la FED de Estados Unidos, que acaba de reunirse en Jackson Hole. En uno y otro lado las conclusiones coinciden: los países emergentes deben financiar el rescate de la banca internacional que se encuentra en quiebra, aportando para el caso sus excedentes de comercio exterior atesorados en la forma de reservas. Pero mientras países como China, Singapur o Qatar reúnen una parte de sus reservas en Fondos de Inversiones que luego usan para ingresar como accionistas, a precios de remate, en bancos quebrados, nuestros luminosos pingüinos “han pagado por la peca” (sor Juana Inés de la Cruz) sin recibir o reclamar nada a cambio. Porque, en definitiva, Argentina acaba de aportar casi 7 mil millones de dólares a la liquidez que reclaman los bancos centrales metropolitanos para rescatar a sus bancos quebrados. Estamos ante un acto de humillación colonial. En el siglo XIX, los piratas imperialistas hacían lo mismo pero ejerciendo la fuerza; ahora les sobra con el correo electrónico (antes dependían de los flujos de fondos de las aduanas, ahora recaudan sobre el stock seguro de las reservas oficiales internacionales).
Que el kirchnerismo ha decidido la cancelación contante de esta deuda bajo la presión de la amenaza de un derrumbe político, lo prueba sin atenuantes el que lo ha hecho en circunstancias de salida de capitales y de caída de los precios internacionales de la exportación nacional, exactamente lo contrario de lo que ocurría cuando cometió el desfalco anterior de pagarle al FMI, en que había un incesante ingreso de fondos extranjeros.
En los últimos doce meses han salido unos 22.000 millones de dólares, que fueron financiados en gran parte por el superávit del comercio exterior. Se trata de una fuga relativamente superior a la de 2001, cuando se fueron unos 35.000 millones de dólares, porque en aquel entonces la circulación monetaria era equivalente a casi 300.000 millones de pesos de hoy, en tanto que la circulación actual es inferior a los 150.000 millones. Lo que 2001 tiene también en común con la actualidad es que Argentina no tiene acceso al mercado financiero internacional, y que fuera de éste tiene que pagar hoy 1.300 puntos por encima de la tasa de interés del Tesoro norteamericano para renovar sus préstamos. Este solo hecho ya implica un crecimiento implícito (o sea potencial pero seguro) de su deuda pública, porque renovarla es aumentarla abusivamente y no existen recursos propios para cancelar la totalidad de los vencimientos a medida que se producen.
De otro lado, esta misma deuda crece entre cinco mil y diez mil millones de dólares al año como consecuencia de que se ajusta por la inflación oficial: si lo hiciera por la real habría que multiplicarla por tres (el ajuste de la deuda por una tasa ficticia constituye una declaración parcial de quiebra). Casi todos los llamados países emergentes enfrentan una fuga masiva de capitales, y el más destacado es Brasil, donde el ingreso de esos capitales, en el período 2003-07, desarrolló un gigantesco mercado de créditos al consumo, que será arrastrado al derrumbe junto con la salida de los capitales que permitieron crearlo; por eso la salida de esos capitales habrá de provocar un estallido de proporciones superiores a las que conoció Argentina en 2001.
Hipotéticamente, para atraer capitales y evitar una cesación de pagos, Argentina debería aumentar la tasa de interés, revalorizar el peso, incrementar las tarifas de servicios públicos y de energía, y poner fin a la maraña de subsidios oficiales, pero esto provocaría un estallido económico y social. Un tránsito gradual está excluido, debido a la intensidad que ha adquirido este desajuste y a la de la crisis financiera internacional. El default no es un estado contable sino una resultante de contradicciones económicas, sociales y políticas insuperables. Esto es lo que no entienden los economistas oficiales, ni menos los centroizquierdistas, que confunden a la economía política con una ecuación estadística o, peor, con una encuesta.
La extorsión del default económico
De esto se desprende que, con el pago al Club de París, el gobierno cedió a la otra extorsión de la fuga de capitales. Pero este pago no abre el retorno de éstos a Argentina, ni las puertas del financiamiento extranjero. La Presidenta desnudó toda la ingenuidad del operativo cuando dijo que el pago atraería la inversión externa. Apenas quince minutos después la desmentía el Financial Times, que sobre esto sabe más que la camarilla. El monto del rescate es mucho más alto: arreglo con los bonistas, aumento de tarifas, aumento de tasas de interés y ¡ah! seguridad jurídica; o sea, perder y pagar todos los pleitos con compañías extranjeras. Los Kirchner están en el horno.
A diferencia del pago adelantado al FMI, que suscitó las críticas de muchos capitalistas aun cuando, en ese momento, entraban fondos extranjeros a Argentina, el pago al Club de París ha suscitado la excitación del ‘establishment’, aunque vaya a reforzar la tendencia a una recesión. ¡Y, claro, si este pago lo había recomendado el propio presidente del FMI (un amigo francés socialista que todo progresista tiene en algún lugar del mundo) a poco de asumir hace cerca de un año! La reducción de la liquidez cuando se le pagó al FMI estaba compensada, potencialmente, por la posibilidad de emitir más pesos a cambio del ingreso de nuevos fondos de afuera. El pago al Club ahora, en cambio, reduce la liquidez internacional de Argentina cuando esos fondos se evaporan y apunta, por lo tanto, a un ‘enfriamiento’ de la economía, como lo prueba que Redrado exija un ‘ajuste’ fiscal. No hace falta decir que el nuevo escenario provocará una crisis en el frente agrario, porque un ‘ajuste’ mejorará la posición relativa de los fondos de inversión agropecuarios -que financian sus inversiones en los mercados internacionales- y perjudicará a los chacareros y contratistas capitalistas, que no contarán con crédito interno. Esta crisis traerá aire fresco al país, porque meterá la cuña de la lucha de clases incluso en la Mesa de Enlace.
El desafío, siempre el desafío
La ruina de un régimen de nacionalismo burgués plantea un desafío enorme, porque agota objetivamente un obstáculo a la revolución socialista. Pero todo depende - depende de la claridad y disposición de las fuerzas en lucha. En la superficie, la derecha pro-imperialista aparece con mayores posibilidades de capitalizar la crisis, pero esto es olvidar la crisis que la carcome a ella misma, y como telón de fondo sus gigantescos reveses internacionales - en primer lugar, el derrumbe económico y financiero en Estados Unidos. Por debajo de la superficie operan las fuerzas profundas de la rebelión popular.
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