por Proyecto Sur
La decisión de pagarle al Club de París constituye un paso más en el proceso de reestructuración de la deuda pública que iniciara Duhalde en 2002 y continuaran Kirchner, Lavagna y Prat Gay. La cancelación de esta deuda es una nueva medida antinacional que indica el fracaso de la “política de desendeudamiento”, la debilidad del país frente a los acreedores y un claro desconocimiento del Estado de Derecho, por ser una deuda originada durante la última Dictadura Militar que se encuentra en pleno trámite ante el Juzgado Criminal y Correccional Federal.
El fracaso de la “política de desendeudamiento”
Después de siete años de reestructuración, el fracaso de la “política de desendeudamiento” es un hecho. La Argentina muestra niveles de endeudamiento similares a los de 2001, a la vez que sólo puede pagar intereses, pero tiene que refinanciar una y otra vez el capital. A pesar del canje global de 2005, el país tiene que pagar entre 2008 y 2011 servicios de deuda por US$ 65.000 millones. Como el superávit fiscal comprometido no alcanza, el gobierno ha tenido que emitir sucesivamente nuevos títulos de deuda, aceptando pagar tasas de interés usurarias. En este contexto es que se entiende la decisión de cancelar la deuda con el Club de París, a fin de mostrar voluntad y capacidad de pago, para poder seguir endeudándose.
Esta “política de desendeudamiento” no sólo no soluciona el problema de la deuda, sino que, fundamentalmente, desperdicia la oportunidad de plantear una revisión novedosa de la deuda soberana, por fuera de los paradigmas impuestos por los acreedores, a la luz de que la Argentina desde 1976 en adelante ya reestructuró su deuda de forma global en diferentes oportunidades, fracasando en todas.
Luego del Canje de 2005 vino el pago al FMI, ahora al Club de París, mañana a los bonistas que no aceptaron la oferta de 2005 (hold outs). ¿Cuáles serán las próximas exigencias?
“Tren bala”, endeudamiento y las cuentas pendientes con la industria local
Resulta paradójico que tan disparatado anuncio se haya hecho en el Día de la Industria. Hubiera sido deseable que en este día, la presidenta hiciera uso de estas reservas para constituir un Fondo de Reindustrialización. La magnitud de los fondos destinados a la deuda externa no puede compararse con los exiguos montos anunciados para la industria local.
Por si fuera poco, otro de los motivos fundamentales de tal decisión es destrabar el alicaído proyecto del “tren bala”. Vaya ironía, un proyecto que es justamente la contracara del desarrollo de la industria local y del tan mentado “desendeudamiento”, no sólo porque implicará deuda externa a 30 años, sino porque se hará con tecnología provista de afuera sin transferencia de conocimientos, dejando de lado la necesidad de reconstruir un “Tren para Todos”, volviendo a poner de pie a los casi 40 talleres ferroviarios destruidos durante los ’90 y a los más de 80.000 trabajadores despedidos.
¿Cómo harán para calificar ahora esta medida de “nacional y popular”, cuando, a todas luces, está enseñando más que nunca la carencia de un modelo de país y el desperdicio de los recursos genuinos fruto del esfuerzo de los argentinos?
La “teoría de la deuda odiosa” y el “delito de ejecución continuada”
La presidenta ha mencionado que 45% de la deuda con el Club de París es anterior al 10 de diciembre del ´83 y que “debe ser una de las más genuinas”. ¿No sobran ojos para advertir que entre 1976 y 1983, período de origen de esta deuda, los argentinos no teníamos un gobierno representativo, sino una sangrienta dictadura militar? Este es un argumento central para considerar la “teoría de la Deuda Odiosa” que permite desconocer las deudas contraídas sin el consentimiento de los representantes legítimos del pueblo y/o que no han tenido como finalidad el beneficio de la comunidad. El concepto de la Deuda Odiosa fue expuesto con claridad por primera vez por Estados Unidos. En 1898, al independizarse Cuba de España, los norteamericanos asumieron el protectorado sobre la Isla (Enmienda Platt) y rechazaron las pretensiones españolas de cobrarse la deuda de Cuba. Más tarde, en 1923, fue el turno de Costa Rica, que repudió la deuda que había contraído el dictador Tinoco con el Royal Bank of Canada. Quien falló a favor de los costarricenses fue William Taft, quien fuera Presidente de gobierno y luego de la Corte Suprema de EE.UU. Los argumentos expuestos aducían que las deudas habían sido impuestas por los acreedores, no habían sido contraídas por gobiernos legítimos y que no se podía comprobar el uso de los fondos en beneficio de la comunidad.
Otra doctrina jurídica, la “teoría del delito de ejecución continuada” permite indicar que las sucesivas reestructuraciones de deuda en Argentina no pueden borrar el ilícito de origen.
El país debe hacer frente a las obligaciones externas y pagarlas si corresponde. Pero estas deudas son hoy materia de tres investigaciones penales en la Justicia Federal y pesa sobre ella el inapelable fallo del Juez Ballestero del año 2000, en la causa que iniciara Alejandro Olmos. En su sentencia firme, Ballestero concluyó: la Deuda Externa “ha resultado groseramente incrementada a partir del año 1976 mediante la instrumentación de una política vulgar y agraviante que puso de rodillas al país, a través de los diversos métodos utilizados (…) que tendían, entre otras cosas, a beneficiar y sostener negocios privados -nacionales y extranjeros- en desmedro de sociedades y empresas del Estado".
La deuda con el Club de París es parte de este circo de negocios privados y dinero público. Existen documentos oficiales de 1987 que establecen que uno de los créditos reclamados por Holanda no debía pagarse por ser producto de acciones irregulares y delictivas (“Caso Cogasco”). Por si fuera poco, un importante porcentaje de la deuda con el Club de París que se contrajo a fines de 2001, cuando caía la Convertibilidad, sirvió para facilitar la Fuga de Divisas. Pagarle al Club de París, sin esperar los resultados de la investigación judicial, convierte el estado de derecho en Argentina en una ficción más.
Sin solucionar el problema de la deuda no hay desarrollo posible
Los argentinos nos debemos un enorme debate en torno a la problemática del “sistema de la deuda” y las estrategias para encontrarle una solución definitiva. Continuar con las políticas indicadas por la banca acreedora no lleva a puerto alguno. Tampoco distorsionar las estadísticas del Indec, para evitar que la deuda atada a la inflación signifique mayores compromisos financieros. Como sucede en Ecuador, como primer paso, la Argentina debe investigar su deuda externa, constituyendo una comisión auditora del crédito público, que permitiría establecer quiénes, cómo y para qué se contrajeron estas deudas, discriminar lo legítimo de lo que no lo es, y así establecer cuánto debemos verdaderamente los argentinos. Si la Argentina no soluciona el problema de la deuda y permite que sigan drenando los recursos al exterior, no está en condiciones de plantearse posibles estrategias de desarrollo.
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